Este curso empecé con las mismas ganas a estudiar alemán e italiano. Ganas, que en el caso del alemán, se me pasaron el primer día. Porque a nadie se le ocurrió avisarme de que el alemán era el idioma del demonio. Y yo llegue allí, toda ilusionada, pensando que saldría hablando algo, y dirás. Imposible. Lo dejo. Me centro en el italiano que con mover las manos parece que sabes de toda la vida y arreglado. Total, para pedir dos cervezas cuando vaya de viaje me apaño. Y para comer ya me buscaré a alguien que me lo pida.
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